viernes, 13 de enero de 2023

Postureo de aromas

Cine: El Menú

Imprescindible: Un thriller gastronómico trágico - cómico con el que uno se reirá del postureo de aromas y sabores de comidas y vinos.




Crítica de Javier Ocaña.

El menú llega para refrendar el buen momento culinario en las pantallas. La apuesta es un thriller de entretenimiento y suspense, trufado de sátira sobre los restaurantes de lujo, mala uva meta cinematográfica, acerada crítica social y un desafío por el arte como única forma de vivir y hasta de morir.

Una experiencia culinaria única. Así se vende el restaurante de la película, solo apto para bolsillos extraordinarios, 1.200 euros por cabeza, situado en una isla privada y apartado de cualquier ciudadanía al margen del propio establecimiento y sus trabajadores. Y hasta allí llega una serie de comensales, todos ellos distintos en formación y objetivos respecto de la comida, y con dos únicos puntos en común: tienen suficiente pasta como para pagar la noche, y en cierto modo han sido elegidos por el chef para poner en ellos su arte, su odio e incluso sus cuchillos. El resultado es una experiencia cercana a lo teatral —aunque con un buen sentido visual por parte de Mark Mylod, de amplia experiencia en la televisión—, sucesivamente inquietante, procaz, graciosa, cruel y macabra. De limitada profundidad, pero efervescente.

En su primer e imaginativo guion para cine, Seth Reiss y Will Tracy disparan con bala en múltiples direcciones: hacia los críticos gastronómicos (extensivo, por supuesto, a los cinematográficos), por su excesivo poder para levantar y hundir carreras; hacia los que nada entienden de gusto, placer y sensaciones, y solo porque tienen posibles son asiduos a este tipo de lugares, pese a su insensibilidad; hacia los jóvenes nuevos ricos de las corporaciones financieras; hacia la dictadura de la imagen y la fama; hacia los fanáticos de las más sofisticadas técnicas que no saben cocinar algo rico y rápido; y hacia la obsesión por la parafernalia exterior que envuelve platos que son la pura nada. En definitiva, hacia la pretenciosidad y los nuevos modos de la alta cocina como expresión de un ejército de cocineros dispuestos a todo, incluso a la degradación más risible, en pos del triunfo.

Un conglomerado de odios que envuelve a los personajes, siempre dominados por el chef que interpreta a la perfección Ralph Fiennes, de mirada abrasadora, dicción en la que se escupe cada sílaba e implacable ritmo en su fraseo lento y elegante, conformando finalmente una experiencia que podría entroncar tanto con un cluedo a lo Agatha Christie como con un Saw bajo en calorías. Una comedia negra sobre la tontería social contemporánea, un thriller sobre el imposible sueño de la perfección, y una sátira sobre el engreimiento, la estupidez y la más insana de las venganzas.