Sin barra, directamente desde la calle al restaurante, ofrece una carta larga, que impresiona. Puerta y escaparate de aluminio. Es verdad que de cada plato que ofrecen debe haber pocas raciones disponibles.
El camarero te pide primero, te lo sirve, después de haberlo comido; te pide el segundo, te lo sirve rápidamente y a continuación te pide el postre. Todo rápido y sin escribir. Debe tener como unas quince mesas. A las tres estaba totalmente lleno: operarios, señores que deben ir todos los días, una señora que la ponen un taper con lo que no ha podido....
Lo que comimos: potaje de garbanzos, caldo gallego, lubina a la plancha con patatas fritas, solomillo de cerdo con huevo fritos y patatas fritas, flan casero y cuajada, más vino de la casa y casera: Estaba todo pero que muy bueno. Totalmente aceptable y raciones generosas. Y a diez euros por persona.